Me queda Brahms, un libro de Panero y media botella de whisky

Me queda Brahms, un libro de Panero y media botella de whisky

Ya todas las chicas se fueron. No ha quedado ninguna. Salgo a la calle y compruebo que no ha quedado ninguna. Ahora llegaron otras chicas. Más altas. Más bellas. Más inteligentes. Mejores labios. Mejores tetas. Mejor culo. ¿Y adónde se fueron las que estaban? Un misterio. Se esfumaron. Para siempre. No están más. Y uno pasa ante las que llegaron como el perfecto hombre invisible. Un fantasma entre fantasmas. Un lemúrida de aquellos. No existes ya que también te fuiste. Desapareciste. Para siempre. Y uno se le da por hacer cabriolas. Se balancea en una cuerda floja. Sube el Everest. Saca mil conejos de la galera y nada. Te pones un jeans, una chupa de cuero negro y montas en tu 4x4 y ni una mierda. No existes. Acceso vedado. Tendrías que ser Primer Ministro y ni aun así. Nada. Ni un bagre en tu lienza. Cada día las chicas son más lindas y uno más viejo. Y así no se puede. Cuando debe pararse no se para y cuando no debe pararse tampoco se para. El otro día vino una chica de ahora y me dijo: yo a usted por algunos videos, lo hacía más viejo. Luego la vi perderse abrazada a mi hijo por la calle Valdivia con rumbo desconocido. Me queda Brahms, un libro de Panero y media botella de whisky. No debo pensar más en todo esto. Me abocaré a lo que tengo que hacer. Regar las plantas y escuchar The Ramones. Y a pensar que tendría que haber nacido en el 2050. Cuando las chicas serán más altas, más bellas, más inteligentes, etcétera.

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