Dios en Puerto Natales

Dios en Puerto Natales

Estábamos en El Trébol cuando entra Dios. Todos lo reconocen y nadie se asombra. Ya nadie se asombra de nada. En ninguna parte. Ni siquiera en Puerto Natales. Entra Dios y una colombiana va a su encuentro. Le pregunta qué se va a servir. Le contesta que nada. Por el momento nada: sólo ando viendo cómo está el ambiente. Esteban que acaricia los pechos de una peruana le dice: amigo; tome lo que quiera que yo invito. Pide un whisky. Se lo sirven y viene a nuestra mesa. Pregunta si puede sentarse con nosotros y Salvador, que tiene sentada en sus rodillas a una argentina le dice: como no compañero, no faltaría más, tome asiento. Ana Bárbara canta La Trampa y el ambiente es distendido. Seguimos en lo nuestro. Ahora Dios acaricia las nalgas de la colombiana y yo beso a Juliana, una guatemalteca que sus padres fueron abatidos en un control antidrogas en la frontera con México. Dios es un tipo de pocas palabras. Solo toma y de lo único que se preocupa es de las nalgas de la colombiana. Esteban la dice a la cabrona que le lleve la botella de whisky a la mesa.

Saca a bailar a la colombiana y se ve que es un tipo que no da pie en bola. No tiene mundo. Sus movimientos son descoordinados y cada tanto tropieza con su túnica. La colombiana nos hace un gesto de fastidio. Las chicas siempre prefieren a un tipo con guita y se han dado cuenta, como todos nosotros, que Dios no tiene un mango. Además de no hablar no sabe nada de nada. Le preguntamos sobre fútbol y nada. Sobre la crisis del Ébola y nada. Sobre el ISIS y nada. Un verdadero pelmazo. Puta el weon apático de mierda dice Esteban. Le digo a Esteban que se calme. Que es posible que no tenga una buena noche. Que todos nosotros no siempre tenemos un buen día o una buena noche. Que en definitiva es Dios y que habrá que soportarlo. Me dice: puta la wea, le pago su mierda de whisky y esta mierda se comporta como un niñato. Calma le digo. En un momento hablará. Contará algún chiste. Alguna anécdota. Alguna aventura. Algo.

En el momento que enciendo mi cigarrillo número tanto. Habló. Se dirige hacía mí y me pregunta: ¿Y tú hijo que haces, a qué te dedicas?.

Yo: En primer lugar no soy tu hijo y en segundo lugar tú deberías saber.

Dios: Lo sé hijo… pero quiero que tú me cuentes qué haces.

Yo: Nada. Escribo, me emborracho, voy de putas y follo con señoritas despreciables.

Dios: ¿Y crees que esa vida te llevará a la salvación?

Yo: ¿Salvación de qué?

Dios: No sé… de tu alma, por ejemplo.

Yo: Mira weon le digo. Vienes acá, sin un puto euro. Esteban te invita y quieres que escuche de ti un puto sermón en El Trébol. Pero por qué no te vas a la concha de tu madre. Será mejor que aprendas a bailar y a interesarte por cosas que pasan en el mundo. No sabes nada de nada de la vida. Ni siquiera sabes la última alineación del Real Madrid. Rematé con un: ¡Dejate de joder! (con ese sonsonete argentino que siempre llevo dentro).

Ahora es Esteban que me dice que me calme. Me dice: no hables con este imbécil. Pero en verdad que estoy enfurecido. Le derramo sobre su cabeza lo que queda de su botella de whisky y a empellones lo saco a la puta calle. Vuelvo a la mesa y recibo aplausos. Esteban pide una nueva corrida de tragos para todos y brindamos.

Salí de allí cuando comenzaba a nevar. Llegué a casa y alimenté a mi gato. Había sido una buena noche. Puse algo de Thelonious Monk y me dormí.

0 comentarios: